viernes, 12 de abril de 2013

Hábito 5 Busca primero entender, luego ser entendido

HÁBITO 5 BUSCA PRIMERO ENTENDER, LUEGO SER ENTENDIDO

Para comprender el hábito 5 imagina una oreja enorme.

La mayoría de la gente no sabe escuchar, lo que ocasiona una de las grandes frustraciones de la vida: sentirnos incomprendidos, que nadie parece entender nuestros problemas, nuestro dolor, nuestros deseos ni lo particular de nuestra situación.

Muchos pieles rojas resuelven este problema con una práctica que data de hace siglos. Se llama el bastón de la palabra, y está presente siempre que se reúne un grupo. Sólo a la persona que lo tiene se le permite hablar. Mientras tienes el bastón en la mano, sólo tú puedes hablar, hasta que sientes que todos te entienden. Entonces estás obligado a pasar el bastón a alguien más para que él también se sienta comprendido. Como ves, el bastón de la palabra asegura que todos escuchen de verdad.

¿No sería grandioso tener un bastón de la palabra cuando intentas comunicarlos tus sentimientos a tus padres? Ellos no podrían hablar hasta que tú te sintieras plenamente entendido. ¡Imagínatelo!

Si hay una habilidad para la comunicación en verdad importante, es saber escuchar. Escuchar no es sólo estar callado, sino hacer un esfuerzo activo por entender al otro. A menudo nos metemos en problemas porque sacamos conclusiones sin haber entendido todos los detalles de un asuto, como bien ilustra este poema, escrito por un adolescente de nombre Logan:

El otro día vi a mi novia con otro;
iban riendo y lo pasaban en grande,
¡y vi que ella le tomaba la mano!

Los seguí y espié con ojos llorosos,
al presenciar jugarreta tan sucia.
¡Una alegre montaña de músculos
apartaba a mi chica de mi lado!

Tras la basura espié lleno de odio,
¡se abrazaron! Con el corazón roto,
vi que al separarse le besó el rostro.


Con eso terminó el espionaje;
me dije que había visto suficiente.
Decidí enfrentar a la mala chica,
a la que antes tenía un amor ardiente.

Le escribí un email, pues, a la malvada
diciéndole lo que en verdad pensaba.
No repito lo escrito por si hay niños,
pero amables mis palabras no fueron.


Rompí con ella, y al pulsar "enviar"
Oí que mi teléfono sonaba.
Tomé el aparato y no lo creía:
era mi querida ex quien llamaba.

"Siento no haberte visto hoy -me dijo-,
¡pero mi hermano mayor vino a verme!
¿Ya te había contado que es boxeador,
y que es uno de los mejores que hay?


"Quiere conocerte, y me cuida mucho,
así que procura comportarte, ¿eh?
Sólo reviso mis emails y vamos
¡Ah, acaba de llegarme uno tuyo!"
 
Las relaciones sanas con los amigos y los padres se construyen sobre los cimientos de saber escuchar y no hacer juicios precipitados. En capítulos posteriores veremos con más detalle la mejor manera de lograrlo.

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